Mauricio Macri ya había perdido su inmunidad. Ocurrió cuando podó las
jubilaciones y cuando no pudo impedir que el antimacrismo y el
no-macrismo se pusieran de acuerdo en un intento de fulminar sus
tarifazos. Después hubo veto, pero la noticia importante fue la
unanimidad en contra de la política de energía.
Por la poda y el
tarifazo el Presidente perdió hace mucho su lugar en el Olimpo y bajó a
Tierra para disputar su espacio con otros mortales.
María Eugenia
Vidal parecía creer que su presencia era etérea y su inmunidad eterna.
Error: la política no le niega a nadie el derecho a protagonizar su
propio escándalo. La investigación del periodista Juan Amorín se
ramificó en otras pesquisas, varias de ellas de este diario, interesó a
todo el mundo porque el tema de los aportes truchados de 2015 y 2017 se
entiende y a la vez indigna, y encima cayó en un momento de malaria
económica que el propio Gobierno acepta como destinado a perdurar.
Así fue que Vidal tuvo su Heidigate.
Si
Macri, Marcos Peña y los sospechados ante la Justicia Vidal, Federico
Salvai, Jorge Macri o Néstor Grindetti piensan que se trata de puros
espejitos, volverán a errar por tres motivos.
El primer motivo es que
la información recién comienza a salir. Falta mucho por conocer pero la
certeza es que seguro se conocerá. Al revés de otros episodios en que
los afectados quieren mantener el anonimato, el Heidigate estimula el
deseo de dar el nombre y apellido de cada uno. Todos buscan despegarse
de acusaciones por un dinero que no pusieron.
El segundo motivo es
que la recaudación bonaerense del PRO se hizo mayoritariamente en
efectivo. Si nada obligaba a una transferencia bancaria, como ahora el
oficialismo quiere legislar, nada lo impedía. Andar con fajos de dinero
al modo López fue una decisión voluntaria.
El tercer motivo es
político. Político y bonaerense. Si a Macri se le puede complicar el
debate del nuevo presupuesto en la Cámara de Diputados, lo mismo puede
pasarle a Vidal en la provincia de Buenos Aires. El escenario del toma y
daca podría dejar su sitio a otro más áspero. La administración de
Vidal perdió algo que tenía: una parte de su popularidad. Y una cosa
más: dinero. La situación económica, el ajuste fiscal y el Heidigate
hicieron lo suyo. En este contexto, incluso un intendente peronista con
vocación amistosa sabrá que la foto con Vidal no le rinde como antes y
que, además, el gobierno bonaerense no tiene otra cosa para darle que
una participación en el recorte de gasto público. A esa ecuación se le
añade una variable que dos intendentes peronistas, ante la consulta de
PáginaI12, resumieron de esta manera: “Ya antes del ajuste pactado con
el FMI esta chica no nos cumplía con las obras”.
Esta chica es Vidal. La del Heidigate.