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adornos retóricos destinados a avivar la atención de los medios o 
energizar a su base no siempre son claras. En otras ocasiones, sus 
provocaciones han parecido ser las salvas iniciales en sus intentos de 
llegar a acuerdos. De hecho, cuando Trump expresó su amenaza de 
recuperar el Canal de Panamá este fin de semana, lo hizo con una excusa 
para evitar su ira: aranceles más bajos para los barcos estadounidenses 
que utilizan el paso para viajar entre los océanos Pacífico y Atlántico.
“Así
 que a los funcionarios de Panamá, por favor, guíense en consecuencia”, 
advirtió el domingo durante sus comentarios a activistas conservadores 
en Arizona. Entonces, las sugerencias son sorprendentemente similares en
 su enfoque de expandir la huella de Estados Unidos en el exterior. Y 
para alguien que argumentó durante la campaña que Estados Unidos debería
 retirarse de la intervención extranjera, las ideas tienen ecos modernos
 de la doctrina del siglo XIX del Destino Manifiesto, una creencia en el
 derecho divino de Estados Unidos a expandirse por todo el continente. 
El domingo por la noche, Trump calificó que tener la propiedad de 
Groenlandia era una “absoluta necesidad” para “propósitos de seguridad 
nacional y libertad en todo el mundo”. Su propuesta de apoderarse del 
Canal de Panamá, que describió como un “activo nacional vital” aunque 
han pasado décadas desde que Estados Unidos lo controló, reflejó una 
agenda nacionalista similar que Trump a menudo describe como “Estados 
Unidos primero”.

