
 Ese fue el lugar elegido por el Grupo Clarín para regalarle un lujoso 
tour con vuelo privado a un grupo de jueces, fiscales y funcionarios 
porteños, que se convirtió en escándalo de corrupción jamás tan 
claramente constatado. “Son una mafia, un Estado paralelo”, los definió 
la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Desde su conformación 
en 1996, la empresa Hidden Lake (Lago Escondido) viola la Ley 15.385 de 
Seguridad de Fronteras, concordante de la de Defensa Nacional, que en 
sus artículos 2° y 4° establece una franja de Seguridad de 150 
kilómetros en la frontera terrestre y de 50 en la marítima, a la que 
solo pueden acceder argentinos nativos autorizados por una Comisión 
especial dependiente del Consejo de Defensa Nacional.
Hidden Lake 
pertenece al holding británico Tavistock Group, del magnate inglés 
Joseph Lewis, quien vive sobre un yate anclado en la costa de la guarida
 fiscal de Bahamas para eludir impuestos en el Reino Unido. Hidden Lake 
también desconoce la Ley de Fronteras en la costa rionegrina, donde 
posee la estancia Bahía Dorada de 10 mil hectáreas. Allí  montó un 
aeropuerto privado de 2.200 metros para aviones de gran porte y 
construyó una “aldea” de cinco mansiones sobre sus 14 kilómetros de 
playas, en las que son muy frecuentes los tours de invitados VIP locales
 y extranjeros  pero a salvo de miradas indiscretas que puedan hacerlo 
público.
El agravio a la legalidad argentina fue denunciado en 
octubre de 2016 por el exProcurador General del Tesoro, Carlos Balbín, 
para quien la compra de las tierras fue producto de maniobras 
fraudulentas tendientes a ocultar a su verdadero propietario. Lo hizo en
 una resolución compartida con la Procuraduría de Investigaciones 
Administrativas (PIA), con la que pidió al Ministerio del Interior 
recuperar las tierras, pero el entonces jefe de esa cartera, Octavio 
Frigerio, se negó y archivó el caso al considerarlo “un gasto 
innecesario de recursos”.
En mayo de 2022, el director de la 
Inspección General de Justicia (IGJ) acusó a Hidden Lake de ser una 
empresa ficticia y exigió al Poder Judicial que declare su nulidad y 
proceda a “su inmediata liquidación”. “Hidden Lake resulta una pantalla 
jurídica que no tiene por finalidad el intercambio o la producción de 
bienes y servicios, sino que sirve para disfrazar el cuantioso 
patrimonio del señor Lewis. Es una sociedad simulada que no realizó 
actividad comercial alguna”, afirmó Nissen.
Desde el momento de su 
conformación, la empresa británica Hidden Lake impide el acceso público 
al Lago Escondido, sobre cuyas playas construyeron la mansión donde en 
octubre pasado se alojaron los invitados del Grupo Clarín.
Eso lo 
garantiza personalmente el gerente y testaferro de los negocios de Lewis
 en la Patagonia, Nicolás Van Ditmar, quien en octubre pasado recibió al
 tour judicial organizado por Clarín.
Van Ditmar quedó complicado en 
la causa que investiga los posibles delitos cometidos durante ese viaje 
de placer. Los denunciantes pidieron su procesamiento y detención por 
“falso testimonio” y “falsificación de documento público”, debido a que 
presentó en el juzgado facturas presuntamente posdatadas para probar que
 los invitados pagaron sus propias estadías. Pero los chats filtrados de
 los viajeros revela exactamente lo contrario, y que además le guionaron
 su declaración judicial “para que no diga nada”.
Van Ditmar ya había
 sido procesado antes por “amenazas e intimidación pública”, cometidas 
durante una manifestación frente a la casa de un juez de la Corte de Río
 Negro, Víctor Sodero Nieva, tras un fallo adverso por el acceso al 
Lago. “Vamos a resistir y si hace falta con el (fusil) Winchester en la 
cintura. La justicia por mano propia muchas veces es el camino. No van a
 entrar nunca y la vamos a pelear con sangre si hace falta”, amedrentó 
el testaferro.
Con el tiempo, el gerente pasó a los hechos y conformó
 un virtual ejército privado que reiteradamente atacó a los 
participantes de la Marcha por la Soberanía, que se realiza cada mes de 
febrero para alcanzar las costas del  Lago Escondido.
En la marcha de
 2022 lo identificaron al frente de una patota de 50 personas armadas y 
lo denunciaron en la Justicia por “privación ilegal de la libertad, 
actos de piratería y atentado a la soberanía nacional”. No era la 
primera vez: los manifestantes ya habían sido agredidos ferozmente a 
pedradas y palazos en 2020, y en 2019 dos militantes sufrieron golpes y 
un principio de hipotermia al ser hundido un kayak en el que intentaron 
navegar por el Lago.
La violencia física resulta un correlato de la 
desobediencia impune de 10 fallos judiciales que entre 2009 y 2022 le 
exigieron a la empresa y al Gobierno de Río Negro la reapertura del 
viejo camino al Lago por la vía más corta y accesible. Se lo ordenaron 
en total 25 jueces de primera y segunda instancia, del Supremo Tribunal 
de Río Negro y de la Corte Suprema de la Nación, pero el ejército de 
abogados de Hidden lake logró mantenerla a salvo de las leyes 
argentinas.
En otras ocasiones Lewis logra que el gobierno de Río 
Negro la rescate de la ilegalidad, como en el grosero incumplimiento en 
los términos de la concesión de una central eléctrica de Río Escondido, 
cerca del Lago, o la construcción de un lujoso barrio privado de montaña
 en un Área Natural Protegida declarada Reserva de la Biósfera por la 
ONU.
Con el winchester a la cintura, con ejércitos de irregulares o 
de abogados, o con gobiernos dóciles a sus negocios, la empresa 
británica se ha mantenido durante más de 25 años al margen de la 
legalidad nacional. 

