
Paradojalmente, lo hizo al pedirle a la Corte Suprema de Justicia que 
revoque el fallo que suspendió el capítulo laboral del DNU 70/23, que 
justamente recorta derechos de los trabajadores y modifica por decreto 
conquistas históricas. Para La Libertad Avanza (LLA), esas medidas 
contempladas en el DNU (que facilita los despidos sin indemnización, 
despenaliza el trabajo no registrado, permite al empleador manejar a su 
antojo la vida de su empleado y procura la asfixia económica de los 
sindicatos) son beneficiosas para los trabajadores. El gobierno apeló 
esta semana ante la Corte Suprema el fallo de la Cámara Laboral que 
invalidó ese apartado del DNU. En el escrito, al que accedió Tiempo, la 
administración Milei ningunea a la CGT y le desconoce su 
representatividad. No sólo eso: afirma que se trata de “un grupo 
político y de poder que se disfraza de sector vulnerable”.
“No surge 
de la sentencia recurrida, ni de las constancias de la causa, argumento 
alguno sustentado en prueba, que indique de qué manera la vigencia del 
DNU restringe o menoscaba los derechos en materia de libertad sindical 
que ostenta la actora. Tampoco se explica de qué manera la vigencia del 
DNU afecta los derechos de los trabajadores que la actora dice 
representar”.
El fallo de la Cámara Laboral, según el gobierno, 
“declara la invalidez sin explicar por qué considera que una norma que 
beneficia a la mayor parte de la población nacional afecta los derechos 
de la parte actora”.
A Milei tampoco le gustan los límites que la 
Constitución Nacional le pone a las políticas que quiere aplicar en su 
gobierno: “La Constitución Nacional debe ser interpretada de modo que 
sus limitaciones no lleguen a trabar el eficaz ejercicio de los poderes 
atribuidos al Estado a efecto del cumplimiento de sus fines del modo más
 beneficioso para la comunidad. (…)  Hay actos que por su naturaleza 
pueden ser controlados y otros que no”.
Del texto se desprende que 
Milei quiere gobernar por decreto, sin que el Congreso o el Poder 
Judicial lo molesten. De hecho, se anticipa a la posibilidad de que sus 
proyectos vuelvan a rebotar en el Parlamento, como ocurrió con la Ley 
Ómnibus. La apelación ante la Corte justifica que “la imposibilidad de 
cumplir con el trámite ordinario para la sanción de las leyes es una 
cuestión que remite a cuestiones de oportunidad, mérito y conveniencia, 
lo cual es de valoración estrictamente política”. Y agrega que la Cámara
 Laboral “incurrió en el inadmisible control de la mera legalidad por la
 legalidad misma de una norma, esto es, por fuera de los recaudos 
fijados de la Constitución y en clara transgresión al principio de la 
división de poderes”.
Ese concepto parece mostrar que el Ejecutivo 
cree que tiene supremacía sobre los otros poderes de la Constitución. Es
 curioso, porque se lo dice a la Corte Suprema, que cree exactamente lo 
mismo. Claro que en ese caso, la supremacía es atribuida a los jueces, 
no al Ejecutivo.
La apelación señala que “el Presidente fue elegido 
por la mayoría del pueblo argentino para ejercer como Jefe Supremo de la
 Nación y Jefe del Estado”. En ese contexto, advierte que “coartar sus 
atribuciones, tratando de imponerle un modelo de gestión no es solo ir 
en contra de la voluntad popular sino que, también, va en contra de la 
validez del texto constitucional y los principios que surgen del mismo”.
 La apelación desliza, sin demasiado disimulo, la intención de 
fragmentar a la representación obrera para facilitar la reforma. “No 
surgen motivos que justifiquen que la presente causa tramite como 
proceso colectivo y extenderlo más allá de los intereses propios de la 
actora”, la CGT. El Recurso Extraordinario califica de “irrazonable” al 
fallo de la Cámara porque “extiende una sentencia judicial a sujetos que
 no sólo no la han solicitado, sino que, incluso, podrían no 
compartirla”. Y, de paso, muestra cuáles son los gremios preferidos del 
gobierno, porque aplican –de hecho- lo que propone el DNU: la UOCRA y el
 Sindicato Empleados de Comercio de la Capital Federal. Según el 
gobierno, como contrapartida, la decisión de la Cámara en lo Laboral 
“manifiesta la intención de los Jueces de imponer un criterio político 
de regulación al Poder Ejecutivo”. En la página 33 del documento, el 
gobierno se apoya en los votos que obtuvo en el balotaje y reivindica su
 intención de reformular y reducir -al límite de lo ridículo- las 
funciones del Estado. No obstante, formula un razonamiento sorpresivo 
sobre el rol del Estado: “Ante una mayor regulación, menor libertad para
 los individuos y ante una menor presencia del Estado, también menos 
libertad y derechos, porque no hay quien los garantice”.
La 
argumentación también recurre al concepto de “justicia social” (que, 
según Milei, es “una aberración”) para decirle a la Corte que no tiene 
que meterse en estos asuntos. “La excepcionalidad, que no es emergencia,
 ni siquiera es un concepto jurídico indeterminado sino un concepto 
exclusivamente político, de valoración meramente política y no jurídica,
 como ocurre con otros conceptos como ser el ‘seguridad de fronteras’, 
‘conmoción interior’, ‘justicia social’, entre otros, que son ajenos a 
la valoración de los jueces y propios de la acción conjunta del 
presidente y el congreso”. Por otra parte, el Poder Judicial, según se 
desprende del recurso, no debe intervenir porque ya lo está haciendo el 
Legislativo, como contralor. “Si fuera voluntad del Congreso de la 
Nación dejar sin efecto o modificar lo establecido en el Decreto 70/23 
lo podrían hacer sin ningún impedimento porque, actualmente, el trámite 
del DNU se encuentra en su ámbito para su tratamiento”.
Falso. El 
texto omite que la vicepresidenta y titular del Senado, Victoria 
Villarruel, tabicó la posibilidad de que la Cámara alta analice el DNU. Y
 en Diputados, hasta la UCR pidió avanzar con el tratamiento, pero desde
 la presidencia de la Cámara, Martín Menem mira para otro lado y finge 
sordera.

